
La educación en tela de juicio
En los últimos tiempos se ha colocado una gran lupa sobre la educación y hasta se escucha hablar de “alternativas a la educación”. Es que, más allá de cuestiones relativas a su historicidad, existe una gran confusión respecto del propio concepto… Enseñanza, aprendizaje, escolarización, crianza, instrucción, formación, civilización, aculturación, adiestramiento y otros términos, parecen equipararse, asociarse o trocarse, según hayan sido o sean las trayectorias, las experiencias y/o las intenciones de quienes pretenden educar o educarse.
Confusiones conceptuales y sus consecuencias
Aunque sabemos que no todas estas palabras significan lo mismo, y que cada una de las acciones que de ellas derivan, tiene un propósito, una lógica y unas consecuencias muy diferentes, movid♡s por las historias personales y/o por determinados intereses o ideales, tendemos a confundirlas. Es así que le adjudicamos a la educación una gran cantidad y diversidad de significados, intentando que coincida con la idea de lo que entendemos debería ser o deseamos que sea.
En lo que a mí refiere, además de explorar el concepto, focalizo con especial atención en las manifestaciones o prácticas educativas —bien sean tradicionales o alternativas— que predominan en nuestra cultura. En su mayoría, estas derivan de una mirada que aloja la desconfianza que se ha sembrado respecto de la naturaleza humana, y buscan imponerse sobre ella para “encajarla” en un molde cultural, avasallando su libertad y la búsqueda propia de sentido.
Investigando, analizando y poniendo en cuestión dichas prácticas, procuro des-cubrir y transformar aquello que subyace, para encontrar modos de acompañar el pleno despliegue del potencial humano. En tanto, voy desentrañando si se trata de ciertas formas o «modelos educativos», o si es la mismísima educación, la que está condicionándolo.
Una distinción que aclara
Como primer paso, considero imprescindible diferenciar crianza de educación. La crianza, aquello que los griegos llamaron educatio polis —tal vez aquí el origen de la confusión—, es un proceso biológico de transmisión de recursos vitales y provisión de bienestar natural para ese pequeño ser que ha llegado al mundo. La educación también es un proceso de transmisión, pero la diferencia radica en que en este último, se interviene en los aprendizajes de otr♡ con una clara intencionalidad de dirigir y controlar dicho proceso, con el objetivo de convertir a ese ser en aquello que se pretende que sea. Aun si esto significa desnaturalizarle.
Aprendizaje Vital-Orgánico y potenciador
Creo en el aprendizaje en cuanto capacidad y necesidad —naturales ambas— que nos permiten interactuar con el entorno y desplegar todas nuestras posibilidades, generando recursos para poder «estar siendo» en él. Y creería en la educación si acompañara y alentara este aprendizaje vital-orgánico y potenciador. Aprendizaje que requiere de la libertad para mirar, sentir, expresar, explorar, ensayar, probar, equivocarnos… y vivir naturalmente nuestras necesidades.
Creando puentes
Teniendo presente todo lo expresado anteriormente y considerando el lugar que ocupa la educación tanto en el imaginario como en la vida de las personas, estimo que son sus ámbitos desde donde —luego de haber tomado consciencia de los supuestos sobre los que se erigió, habiéndonos cuestionado todo o “casi todo”, y abriéndonos a las infinitas posibilidades— podemos crear maneras más respetuosas de acompañarnos en nuestros aprendizajes.
Es por esto que, dejando al margen controversias y cuestionamientos conceptuales, elijo crear puentes, utilizando “educar” como parte de la expresión de lo que vivo y comparto. Por ahora me resulta suficiente reemplazar “educación” (sustantivo, que me refiere a algo definido, acabado, prefijado) por “educarNOS”, que me da la posibilidad de pensar en acción, en construcción y aprendizajes conjuntos, y en vínculos sin jerarquías.
El horizonte que guía nuestros pasos
Ya llegará el tiempo en el que no tengamos que hablar de educación ni de educar, sino de vivir. Mas ni siquiera hablar, sino simplemente vivir y gozar la vida. Aprender viviendo y vivir aprendiendo. Ese momento habrá llegado cuando hayamos sanado las heridas que como humanidad aún arrastramos.
Mientras tanto, en estos tiempos en los que much♡s ya hemos tomado consciencia de la necesidad de replanteos profundos y hemos asumido nuestra parte de responsabilidad en las transformaciones —cada quien desde su singularidad y servicio—, nos encontramos y nos acompañamos. Junt♡s, des-aprendemos, re-aprendemos y aprendemos con las nuevas generaciones; recordamos; nos hacemos conscientes de nuestros condicionamientos; y accionamos atent♡s a que cada pequeñ♡ que llegue a esta vida, pueda vivir en permanente conexión con su esencia y manifestarse en plenitud.
EducarNOS y Encuentro
EducarNOS, porque lo que reconozco o puedo aceptar como “educación”, lleva implícito el “nos”. Nadie educa a nadie; aprendemos junt♡s en el compartir posibilitado por el Encuentro. ¿Y qué es el Encuentro? Es el espacio/tiempo sagrado al que nos entregamos con todo nuestro Ser dispuesto a la comunión (común unión). Es decir que hay Encuentro solo cuando el amor nos abre y flexibiliza, para desapegarnos de las formas conocidas y de todo lo que creemos que nos define y conforma (con-forma). El Encuentro, espacio natural para el aprendizaje, nos permite reconocer y reconocernos, reCrearnos y reCrear.
¿Qué es entonces EducarNOS en el Encuentro?
Como proceso consciente de liberación del aprendizaje, consiste en vivir compartiendo y aprender, mientras crecemos, a cuidarnos y a cuidar.
Es el arte de acompañarnos en el descubrimiento y desenvolvimiento de la propia esencia, permitiéndonos ser a cada instante, la mejor versión de nosotr♡s mism♡s.
“EducarNOS en el Encuentro”, un camino para aprender y vivir en libertad… un puente entre la realidad presente (esta que la educación imperante reafirma, consolida y sostiene con su lógica) y un modo de vivir que honre nuestra naturaleza.
“EducarNOS en el Encuentro” para la fundación de una Cultura de Paz en la que quepa la paz de cada Ser.
Kary Intelisano
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